sábado, 14 de noviembre de 2015

TEMA: ¿QUE SIGNIFICA SIERVO DE DIOS?

¿Qué significa ser un siervo de Dios?

¿Qué significa ser un siervo de Dios?


A través de las Escrituras vemos que los autores del Nuevo Testamento usan frases para referirse a ellos como “siervo de Dios”, “siervo del Señor”  y “siervo de Jesucristo” alternativamente.
Pablo, por ejemplo, se llama a sí mismo “siervo de Jesucristo” en Romanos 1:1 y “siervo de Dios” en Tito 1:1. Santiago hace lo mismo en la apertura de su carta a los judíos, presentándose como siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Lo mismo hacen Pedro y Judas en las primeras líneas de sus epístolas.
No sólo los apóstoles son llamados a ser siervos de Dios y de Jesucristo, todos los cristianos somos llamados a ser siervos de Dios. En Romanos 6:22, el apóstol Pablo nos dice que los cristianos hemos sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios. El apóstol Pedro nos insta, en su primera epístola a que vivamos como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios (1 P. 2:16).  Ser siervo y ser libre al mismo tiempo, interesante el concepto.
definición de “siervo” :
El siervo de Dios es aquella persona que está dispuesta a:
* hacer lo que Dios pida
* cuando El lo pida
* donde El lo pida
* no importa lo que El pida
La palabra siervo significa esclavo (doulos). Describe a alguien que está sujeto a la voluntad de su Señor, y totalmente a la disposición de él.
Al usar este término para describirse, los apóstoles están expresando su absoluta devoción y sujeción a Cristo, están expresando su actitud de absoluta  obediencia hacia Cristo, algo a lo que no sólo los apóstoles fueron llamados, reitero,  sino todos los que somos de Cristo. Es esa obediencia incondicional la que nos va habilitar para ser siervos efectivos.
Esa obediencia comienza en nuestras vidas cuando renunciamos a otros “señores”, nos identificamos con Cristo, descubrimos en la Escritura cuál es su voluntad, vivimos de acuerdo a ella, y conscientemente nos alejamos de intereses que son contrarios a la voluntad de Dios, aún y cuando estos intereses (gustos, hábitos, preferencias o tendencias) hayan sido importantes para nosotros en el pasado. Escuchémos a Pablo exhortando a los romanos a vivir esa vida de obediencia que Cristo demanda de nosotros:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional [lo que corresponde]. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:1-2
Basados en estos versos y los que siguen del capítulo 12 de la carta a los Romanos, cuyo comentario omitimos en esta entrega, pasamos ahora a detallar ciertos principios elementales en la vida del siervo de Dios.
Principio # 1 – Un siervo de Dios se congrega
La Biblia no enseña en absoluto el concepto del cristiano separado de la iglesia. Por  el contrario, denuncia la idea como un desacato a la voluntad de Dios. Hebreos 10:25 dice que no debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre.
El verdadero creyente sabe que hay mandamientos en  la Escritura que no pueden ser obedecidos a menos que formemos parte de una iglesia. Por ejemplo, en Juan 13:35 Jesús dice: “En esto conocerán que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. ¿Cómo podremos mostrar a la gente que somos discípulos de Cristo, o cómo podremos amarnos los unos a los otros, si no nos reunimos con los discípulos? Por lo tanto, al no congregarnos estamos desobedeciendo a Dios.
El apóstol Pablo nos da mandamiento en Gálatas 6:10 para que “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. ¿Cómo podremos hacer bien a la familia de la fe, si nos nos reunimos con ella? No hay forma de escaparse  a este razonamiento.
La analogía con el cuerpo humano usada por Pablo En Romanos 12 ilustrar este punto en forma maestral. Somos llamados a estar unidos formando un cuerpo, porque Cristo ha fundado una sociedad (una asociación) y establecido una unión entre sus discípulos, lo mismo que sucede entre los miembros de un cuerpo humano.
Principio # 2 –  Ser siervo de Dios no es una opción, es un llamamiento
Para el cristiano no se trata de si debe servir o no. Desde que el ministerio es un llamamiento de Dios, es decir, son irrevocable, (no se cancelan) (Ro.11:29), es bueno saber que Dios no toma  a la ligera la desobediencia a su llamado.
El siervo no es un observador distante, alguien marginal o desinteresado. Hay iglesias llenas los domingos con este tipo de cristianos. En el capítulo 4 del evangelio de Mateo encontramos dos instancias que ilustran la actitud del siervo.  Cuando Jesús dice a Pedro y Andrés “Venid en pos de mí, y os haré  pescadores de hombres, ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Cuando Jesús llama a Juan y Jacobo, la Escritura registra que “ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron”. La inferencia es que cuando él habla , nosotros obedecemos; él llama, nosotros damos el paso adelante. ¿Estamos haciendo ésto en nuestras vidas hoy? Quizá muchos de nosotros tengamos que saltear líneas cuando cantamos alabanzas con estrofas como “He decidido seguir a Cristo”.
La obediencia de Abraham es también un buen ejemplo. Dios llama a Abram y le dice “vete de tu tierra, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré …Y haré de tí una nación muy grande, y engrandeceré tu nombre, Y SERAS BENDICION”. (Abraham obedece incondicionalmente)
¡Qué diferencia con nosotros en el día de hoy ! ¡Qué insoportables que somos, consumidos por una preocupación, un temor, una necesidad … bendíceme, bendíceme, bendíceme … somos esponjas absorbiendo constantemente.
¿Está el Señor llamándolo así en el día de hoy? Piénselo bien.
Principio # 3 —  Cuando el Señor llama también capacita
Dios no es como el jefe que le ordena al empleado hacer un trabajo para el cual no está capacitado o no ha sido entrenado.
Dios ha dado a cada uno de nosotros dones o habilidades, algo que el cuerpo de Cristo necesita. Es Dios Espíritu Santo el que distribuye los dones: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como el quiere” (1 Co. 12:11). ¿Con qué propósito? Respuesta: “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12),  y además para la organización en la Iglesia. Sí, ya sé, la iglesia es un organismo, pero también  es una organización (a nivel de la iglesia local). Cuando el organismo no está organizado se enferma o se muere.
Romanos 12:6 y pasaje circundante nos enseña que cada uno de nosotros debe administrar su don (o dones) de acuerdo a la gracia que nos es dada sin mezclarse en lo que concierne a otros: tampoco debemos desear hacerlo todo, sino que debemos contentarnos con lo que Dios nos ha dado y no debemos usurpar la labor de los demás. Esta es la raíz de los problemas en muchas iglesias, donde los pastores u otros líderes quieren estar en todo, sin perderse detalle, y queriendo tener la última palabra. Cuando eso sucede vamos a tener un desastre de mayores proporciones.
Entonces, recordemos que somos miembros los unos de los otros, nos pertenecemos, y cuando uno no cumple con su función o quiere cumplir con las funciones de los demás, todo el cuerpo sufre. Hoy en día el cuerpo de Cristo sufre tremendamente porque carga sobre sus  hombros un número sin precedentes de miembros que están atrofiados.
A modo de aclaración digamos que usted no tiene que saber cuál es su don para comenzar a servir a Cristo. Por si acaso alguno de nosotros tiene dificultad para identificar sus dones, es un alivio saber que no es necesario primero identificar el don o los dones. Quiere decir que no tener claridad al respecto no puede servir de excusa para no ponerse a trabajar para Cristo. Hay gente que lleva años tratando de descubrir sus dones o van a la tumba sin haberlos descubierto. ¿Por qué?  Porque nunca se han puesto a trabajar.
¡Manos a la obra! Despierte y póngase a trabajar, sobre todo teniendo en cuenta que hay tantas oportunidades en su iglesia. El Señor le mostrará sus dones, sea fiel y le dará más; sea infiel, y le quitará lo que tiene y se lo dará al siervo fiel.
Principio # 4 –  Servir  no es algo que usted hace por Dios, es algo que Dios hace a través de usted.
Este es un principio que muchos de nosotros debemos tener presente todo el tiempo, debido a que tenemos tendencia a creer que somos suficientes en nosotros mismos para la tarea. Cuando llegamos a pensar de esa manera es cuando dejamos de servir a Dios en el Espíritu porque nos desconectamos de él.
El ministerio efectivo depende de la condición de total humildad en el ministro de Dios. No hay lugar para la arrogancia en el ministerio. Por el contrario, una actitud de total dependencia de Dios es requerida para tener un ministerio exitoso, sabiendo que es Dios quien hace la obra por medio de nosotros y no nosotros por nuestra cuenta. Veamos las palabras de Pablo :
“no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”(2 Co. 3:5)
Esta es la actitud y la perspectiva que debemos mantener. Traigamos a un antiguo amigo a la memoria. Nabuconodosor tiene un sueño pero se le olvida. Preocupado en extremo, llama a los sabios de la época, les pide que le reconstruyan el sueño y luego se lo interpreten. Nadie puede hacerlo. Nabuconodosor, que no era muy democrático, ordena la muerte de todos los sabios de Babilonia. Daniel pide tiempo al rey para poder interpretar el sueño y Dios se lo revela en visión. Ahora observemos las palabras de Daniel frente al rey:
Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación? Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey.
Daniel pudo haber respondido, “Sí, yo puedo” , pero contesta, “¡No! No puedo, PERO DIOS PUEDE”.
Enseñanza:
¿Usted piensa que puede hacerlo?¿Piensa que está capacitado para hacerlo?¿Que tiene el carisma y personalidad para hacerlo? Dios le va decir: “No te necesito, gracias”. Extraña forma de evaluar, ¿verdad?
Por otra parte, ¿Piensa que no puede? ¿Que es incompetente, insignificante, inadecuado? ¡Atención! Dios puede estar a punto de poner su mano sobre usted para colmarlo con un ministerio como nunca imaginó. ¿Por qué? Porque todo ministerio es para la Gloria de Dios, no la nuestra.
¿Busca gloria para usted? ¿Quiere ser predicador? Dios dice: “Lo siento, no estoy llamando predicadores esta semana”. ¿Quiere ser un héroe de la fe? La respuesta es “Estoy buscando obreros anónimos”. ¿Ministro de alabanza? Lo siento, necesito un encargado del equipo de sonido. ¿Quiere ser conferencista, viajar por diferentes lugares? Lo lamento, quiero que vayas de misionero al altiplano boliviano.
Conclusión: “Porque ni de oriente ni de occidente viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez, a éste humilla y a aquél enaltece”. (Sal. 75: 6-7).
Principio # 5 – No responder al llamado de Dios a servirlo tiene consecuencias eternas.
La verdad es que a pesar de la claridad bíblica en cuanto a lo que Dios espera de nosotros, la vasta mayoría de los cristianos no respondemos a la gracia del Señor en la medida que él espera. El hombre y la mujer promedio en la Iglesia de Cristo, sin siquiera pensarlo, sin siquiera preocuparse, sin siquiera remorderle la consciencia, es feliz gastando su tiempo, su esfuerzo y sus recursos en cualquier otra cosa, antes que en un ministerio en el cuerpo de Cristo. ¿Lo dudan? Revise su agenda, libreta de cheques, cuenta del teléfono, o lo que ha hecho la semana pasada.
Dios no va a pasar por alto tal medida de ingratitude. Habrá consecuencias en la eternidad, y van a ser desvastadoras para el cristiano, para aquella persona que después de ser salva siguió viviendo para sí y no para el Señor. 2 Corintios 5:14-15 dice “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. Dios espera eso de nosotros. Al no hacerlo estamos desobedeciendo a Dios, y nos exponemos a la disciplina de Dios en esta vida, y a futuras pérdidas en la eternidad.
!Ya está Santomauro asustándome! Dirá usted. La Escritura en ningún lugar dice que en la eternidad todos vamos a tener el mismo estatus, por el contrario, repetidamente habla de recompensas y pérdida de recompensas, no para asustarnos sino para traer claridad a nuestro razonamiento.
Déjenme ser franco para terminar. Hay dos formas de presentarse en el cielo:
1) 2 Juan 8 dice: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón complete”. (esto es para los que se quedan a medio camino, o simplemente no dan el 100%).  A su vez, 1 Juan 2:28 expresa: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”.
2) Pedro, luego de instarnos a vivir la vida cristiana nos dice en 2 P.1:10-11: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firmes vuestra vocación (llamado) y elección: porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
El siervo de Dios es aquella persona que está dispuesta a:
* hacer lo que Dios pida
* cuando El lo pida
* donde El lo pida
* no importa lo que El pida

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